Hoy levante los ojos hacia el techo y me encontré con la figura del primer «Maestro Interior» que apareció en este gran sendero espiritual. Entonces, lo recordé, lo invoqué para volver a sentir su increíble presencia. La primera vez que apareció fue entre 1986 y 1987 cuando realicé un curso de Control Mental Silva, en Ecuador. Todos los ejercicios que realizamos fueron tan interesantes y hacia el final nos hicieron que busquemos una pareja de maestros sanadores. En mi caso apareció solo un ser, el cual pensé que fue consecuencia de mi vívida imaginación. Jamás se me ocurrió la posibilidad de que, efectivamente, estaba teniendo contacto con seres de otras dimensiones. ¡Es que eso era imposible! Pensé que a lo mejor eso sería posible solamente para seres muy evolucionados y, definitivamente, estaba lejos de estar a esos alcances. Sin embargo, disfrute mucho de la experiencia. Hice este curso al menos 3 veces y siempre apareció este ser. No sólo experimenté cosas inusuales con su presencia sino que tuve un desdoblamiento en una de las clases que me recordó que no era mi cuerpo. Cada vez que realizábamos los ejercicios avanzados en los que, en esos estados relajados, escaneábamos a distancia a algún paciente que no conocíamos, acertaba con el problema de salud que tenía. Las primeras veces pensé que fueron una interesante coincidencia pero, luego, más bien me asusté porque no sabía qué hacía para ver con tanta claridad. Pasó el tiempo y, realmente, recordaba con mucho agrado el proceso interior que viví en estos cursos.
A finales de la década tuve otra experiencia que me trastornó por completo. Un amigo que practicaba la Cromoterapia visitó el país. Me invitó a realizar una terapia y puso unos filtros con imágenes sagradas y otros con colores sobre mi cuerpo y me dijo: «¿A dónde quieres ir?» Lo único que se me ocurrió es que quería salir del Planeta Tierra así que me embarqué en otro “viaje imaginario”. Estaba convencida de mi capacidad para tener experiencias imaginarias muy vívidas. Así que el primer encuentro fue con unos seres de otra dimensión a los que nunca vi físicamente. Estuve en una nave espacial. Giovanni Ciardelli (mi amigo) monitoreaba la experiencia con un péndulo. Como conocía de mi amor por la música me sugirió que les pida que me enseñen su música y lo hice. Entonces, me encerraron en un cuarto oscuro y rayos de luz roja, verde y azul, empezaron a cruzarse por el cuarto. No cabía en mi mente la posibilidad de que luces de color sean música, pero eso fue lo que me mostraron. La verdad, en ese momento, me pregunté de dónde pudo habérseme ocurrido algo así cuando mi única relación con la música es el sonido. Luego de eso me llevaron a un Planeta cuya superficie era parecida a Marte. Todo árido, sin vegetación ni vida aparente. Me sentaron frente a una pirámide hueca de piedra blanca y una especie de casco en la cabeza. Transmitieron cosas que jamás vi. En eso ya era hora de regresar de este viaje y, al iniciar este regreso, había una luz fuertísima que venía de una estrella que me llamaba. Fue tan fuerte ese llamado que Giovanni me permitió acudir a ese lugar. Al llegar, ese “maestro sanador” que conocí en el curso de Control Mental Silva, apareció con mucha más claridad. En ese momento supe que era mi «Maestro». Entonces, le tuvimos el siguiente diálogo:
Goy: si eres mi Maestro, dime lo que tengo que hacer.
Maestro: no estoy aquí para decirte lo que tienes que hacer sino para guiarte.
Goy: pero, si eres mi Maestro dime qué tengo que hacer.
Maestro: ¿no comprendes? Estoy aquí para guiarte, no para decirte lo que tienes que hacer. Lo que te puedo decir es que estás en tú camino.
Quedé anonadada, sin entender la presencia del «Maestro», las creencias que tenía sobre lo que es tener un Maestro y, peor aún, sin entender cómo me puede decir que estoy en el camino cuando me sentía totalmente desubicada. No tenía ni la más remota idea de cuál sería mi futuro. En ese momento trabajaba en la sucursal de un banco, tenía un programa radial que era tomado como hobby. No me sentía realizada pero no conocía otra opción y tampoco conocía la sensación de sentirme realizada así que no podía hacer comparaciones. Sólo sentía un vacío interno, como que algo no cuadraba en la vida. Al año de esta extraordinaria experiencia me fui a Europa para visitar a una amiga en Viena. Sin embargo, cuando el avión aterrizaba tuve un fuerte impulso por ir a un centro de ayuno, en la Clínica Buchinger, al sur de Alemania. Así que tras una corta visita me dirigí a Überlingen. En las 2 semanas que me quedé ahí tuve una experiencia que transformaría mi vida. Esa experiencia está relatada en el siguiente video
Al regresar a Ecuador, busqué libros sobre curación con las manos para tratar de entender lo que me había sucedido. Esto me llevó a tomar una decisión importante para cambiar mi vida. Tenía 28 años. Por primera vez sentí una energía poderosa que me impulsaba a realizar este cambio. Vendí todo y me fui a Estados Unidos pues ese país ofrecía mejores opciones. Al llegar allá, una prima había encontrado un lugar para hacer sanación con las manos. Era un centro de desarrollo psíquico. Asistí con todo el deseo de aprender. En una de las clases solicitaron que nos conectemos con un ser de luz desencarnado que ayude en las sanaciones. También nos dijeron que pidamos un nombre a este maestro sanador. Apareció el mismo personaje de años anteriores pero no me dio su nombre. Al terminar esa clase todos tenían un nombre para su maestro sanador menos yo. Pensé, como era de esperarse, que algo había hecho mal. Asistí a este lugar por 3 meses antes de encontrar lo que definitivamente me cautivo por completo.
Empecé a estudiar la Acupresión y pasaron algunos meses en el nuevo instituto. Para ese entonces ya vivía sola y, un buen día, durante una meditación, una voz me dijo: “mi nombre es Teodoro”. Ni siquiera estaba pensando en el maestro, más bien lo había olvidado y apareció así de súbito. Fue una total sorpresa y le pregunté que por qué me lo decía recién cuando ya habían pasado tantos meses. El Maestro Teodoro contestó: “porque ya estás lista para escucharlo”. Entonces, dejé la meditación y salí rápidamente para ir en busca de algún libro que tenga el significado de nombres. En esa época todavía no había internet. Llegué a una librería con esa ansiedad de la inquietud. Encontré el libro de nombres, y al encontrar el significado de Teodoro me quedé aún más sorprendida. Teodoro significa «un regalo de Dios». No es un nombre común, no es ni siquiera un nombre que se me pudo ocurrir por casualidad y menos conocía su significado. Ya podrás imaginar todas las preguntas que empezaron a dar vueltas en mi cabeza. Ese momento solo caí sentada al piso debido a la sorpresa y sin saber qué hacer ni con la información ni con la experiencia. ¿Es todo esto creación de la mente, o está pasando algo más allá de la mente? El mundo que mis ojos ven no tiene absolutamente nada que ver con el mundo que experimentaba internamente. Y, ¿cómo puede uno conectarse con estos seres que aparecen como si fueran pura imaginación? ¿Cuál es la diferencia, entonces, entre lo que uno imagina y lo que puede estar pasando sin ser imaginación? ¿Es, siquiera, posible tener contacto con seres de otras dimensiones? Tenía tantas preguntas que no sabía por dónde empezar a entender estas cosas. Me tomó muchos años comprender que sí había tenido contacto con seres de otras dimensiones.
El Maestro Teodoro me acompañó muchos años, pero luego aparecieron un grupo de seres. La única manera que comprobaba que no se trataba de la imaginación era por las cosas insólitas que me decían, cosas que era imposible que puedan surgir de mi imaginación o conocimiento. Su presencia, sus mensajes repentinos continuarían como hasta el año 2000. Un buen día, en una meditación, este grupo de seres de luz me dijeron que ya no volverían a comunicarse conmigo. Sin entenderlo pregunté sus motivos y sólo contestaron diciendo: “estas lista”. No podía entender para qué podía estar lista si me sentía muy lejos de cualquier punto de suficiente claridad como para sentirme lista. Entonces, pensé que era, nuevamente, un truco de la imaginación. Durante meses intenté comunicarme con ellos pero no pasó nada. Es más, nunca volvieron a establecer comunicación excepto una sola vez que insistí en saber por qué me habían abandonado. Recibí una respuesta telepática en que me decían: “ahora necesitas encontrarnos dentro de ti. Depender de un maestro, sea encarnado o no, te está impidiendo que veas, realmente, en tu interior. Ahí nos podrás encontrar cuando sepas mirar.” Comprendí que la dependencia solo podía servir hasta un punto y que, de todas maneras, depender de instrucción es una posición muy cómoda. Buscar la verdad interior solo puede lograrse a través de la profunda examinación que cada quien haga. Es bueno mantenerse abiertos a estímulos y conocimientos que ayuden a dirigir la atención en la vía adecuada. Otra cosa es depender de que nos den encontrando lo que necesitamos encontrar por nuestros propios medios. Depender de la instrucción de alguien sin tener suficiente capacidad de discernimiento nos esclaviza a la “guía” de otro ser. En el sendero espiritual sucede con frecuencia que, por necesidad y falta de claridad interior, se puede caer fácilmente en la dependencia de guía espiritual. Hay personajes como Krishnamurti, que hacen mucho énfasis en la búsqueda interior sin dependencias. No es un camino fácil y, si bien es más fácil depender de una guía, hay que reconocer que esa dependencia puede ser el mayor obstáculo para despertar el verdadero ser interior. Acudir por ayuda en ciertos momentos es diferente de depender de instrucción para saber lo que hay que hacer. Espero que eso esté claro.
Todos vivimos entre mundos pues somos seres multidimensionales sino que no lo reconocemos. Para identificarlo necesitamos tener una relación más clara con esas otras dimensiones y eso se logra a través del trabajo que uno haga para despejarse de sí mismo. Hemos olvidado la relación con las dimensiones sutiles porque la vida ha requerido, de la mayoría, una concentración en el mundo de la materia. Eso ha impedido que podamos aceptar existencias que tienen otra forma de manifestarse o que están vibrando a un nivel superior y, por ende, el ojo humano no puede ver. La linea entre «imaginación» e «ilusión», «realidad» o «verdad» es muy fina mientras no tengamos un nivel de conciencia y de discernimiento lo suficientemente claro como para poder diferenciar. Sin embargo, podemos darnos cuenta de que somos un canal o estamos en contacto con seres de otras dimensiones cuando recibimos información que no se ha cruzado en nuestro camino o que difícilmente podemos reconocerlo como algo familiar. Seguramente hay algunas formas de entrar en contacto con esas dimensiones, la única que conozco es la meditación, la contemplación interior, el silencio y la atención centrada. Con esto no quisiera que se mal entienda entre buscar ayuda o crear una dependencia que obstaculice el despertar interior. Ayuda necesitamos todos en diferentes momentos y hay que saber pedirla. Enfocar nuestra atención en todo lo que un guía espiritual dice sin discernimiento es el tipo de dependencia que hay que dejar ir.
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