Anoche vi «The Crimson Wing«, un documental de Disney sobre los Flamingos en Africa que me removió internamente de muchas maneras. Una de las cosas que consideré fue la manifestación de lo natural. Las condiciones en que nacen estos Flamingos son tan adversas para un ser humano pero es lo natural para estas aves. Observé con atención su nacimiento, crecimiento, su movimiento y me preguntaba ¿cómo lo hacen?, ¿qué les mueve para ir a un lugar, hacer tal o cual cosa? La mayoría llamaríamos a esto «instinto» pero, si queremos entender más profundamente nuestra propia naturaleza, ¿podemos conformarnos con eso? Entonces, en la meditación de hoy nos enfocamos en contemplar, nuevamente, lo que significa ser natural. Mucha gente confunde la espontaneidad con ser natural y sí, puede haber mucho de nuestra naturaleza en la espontaneidad pero no necesariamente. Entonces, ¿qué mismo significa ser natural? Empecemos por responder esta pregunta. Considérala antes de continuar leyendo.
Lo más probable es que lleguemos a la conclusión de que ser natural significa ser uno mismo, ser lo que se es. La siguiente pregunta sería: ¿qué o quién soy? Sobre esto podemos empezar a identificar y definirnos desde lo más sencillo a lo más complejo, por ejemplo: soy linda, simpático, amiguero, alta, inteligente y así sucesivamente. En algún momento, si continuamos en esta larga búsqueda de ¿quién soy? llegaremos a un lugar en que sentiremos que somos nada y todo, somos luz, silencio, paz, libertad y podremos reconocer ese «lugar» como nuestra auténtica naturaleza. Pero, este lugar o estado parece que no tiene nada que ver con el día a día. En ese estado de luz, vacío y silencioso, no hay pensamientos ni emociones, sólo estas sensaciones indescriptibles en palabras. Cuando llegamos a ese punto nos damos cuenta de que no se puede definir nuestra naturaleza, solo se puede percibir y experimentar. Al definirla la encasillamos y la limitamos y eso no es lo que somos una vez que hemos llegado a ese encuentro con la auténtica y verdadera naturaleza de nuestro ser. El propósito más grande que podemos tener en la vida es el encuentro con nuestra auténtica naturaleza. Aún si nos sentamos a meditar todos los días y nos encontremos con ese estado/lugar que reconocemos como nuestra verdad podemos estar lejos de manifestar su vibración a nivel mundano. Empecemos reconociendo esto al notar la forma tan impresionante con la que nos identificamos con lo que pensamos, nuestras creencias, emociones y nuestro cuerpo. Observemos eso por un buen tiempo y notemos cuánto de esto con lo que nos identificamos, realmente, se relaciona con esa auténtica naturaleza que encontramos después de años de trabajar internamente. Parece que no tiene mucho que ver y hay un motivo para esto. El cuerpo físico, que es parte del mundo materializado, está vibrando en un nivel muy denso y dividido que es todo lo opuesto al mundo sutil. Este ser de luz que somos, para manifestarse, necesita bajar su nivel de vibración y de conciencia hasta llegar al plano material. Nuestra tarea, como humanos, es ir despertando a esa conciencia superior y, en el camino, vamos elevando nuestro nivel vibratorio para poder sostener y canalizar el espíritu en la materia. Muchas veces podemos llegar a reconocer y sentir la presencia de lo que somos en un nivel de vibración superior pero nos da temor. Si sentimos temor es porque no estamos preparados para sostenernos a ese nivel y, por ende, no podemos manifestar esa fuerza por completo. Es nuestra responsabilidad caminar hacia adentro e ir preparando el terreno, abonándolo, para que nuestras fuerzas se alineen y se conviertan en una. Necesitamos prepararnos si queremos ser lo que somos a este nivel y si nos referimos a que ser natural es ser nuestra naturaleza y entendemos que nuestra naturaleza es la luz. Al decir que necesitamos prepararnos me refiero, específicamente, a lograr la alineación de esa fuerza espiritual en todas las dimensiones pues se pensaría que lo natural no requiere de preparación sino de ser casi instintivamente. El problema que hay para nosotros es que tendemos a identificarnos tanto con nuestro lado humano que olvidamos nuestra esencia espiritual. En otras palabras, no sirve de nada que digas que eres un ser espiritual teniendo una experiencia humana si no sabes de qué se trata ese ser espiritual y no lo estás manifestando de manera «consciente». Al decirlo o pensarlo y no serlo conscientemente estás comprobando que se necesita una preparación para ser lo que se es por naturaleza.
Tenemos varios niveles de manifestación de esa naturaleza pues, así como del reino sutil va bajando la energía para condensarse y tomar una forma, de la materia necesitamos elevar la vibración para alcanzar la fusión, la unión con nuestra verdadera naturaleza y no hay plenitud más grande que irlo logrando. Voy a compartir un ejemplo sobre el proceso de preparación. Hace algunos años tuve una experiencia sobre el amor incondicional. Ese instante lo viví plenamente y me catapultó, varios días, a otra dimensión. Cuando regresé al día a día, la experiencia quedó grabada pero la sensación fue desapareciendo. Quería quedarme ahí pero no pude. Después volví a tener otro encuentro con el amor incondicional a través de un sueño y lo que experimenté fue sorprendente, maravilloso y totalmente real. Esas dos experiencias han sido tan lúcidas que las tengo presentes más que ninguna otra cosa pero, igualmente, no sabía qué hacer con eso ni como sostenerlo. Han pasado 6 años y ahora puedo regresar a ver el camino que he recorrido para llegar al punto en que me encuentro hoy reconociendo, al mismo tiempo, que todavía me falta mucho más que recorrer. En este camino he padecido lo indecible. Sufrí, lloré, sentí el rechazo de mi flama divina. Mi encuentro con él inició como una relación convencional, de esas a las que estamos acostumbrados, sintiendo atracción y luego, inexplicablemente, sintiendo ese enamoramiento que pensamos que es amor. Esto, mezclado con todas las cosas que podía ver de él y las experiencias místicas que siguieron, me tenían al borde de la locura (no literal sino la locura de incertidumbre). Luchaba con él, conmigo misma, y no encontraba el lugar en mi para manifestar ese amor incondicional de las experiencias mencionadas. Me envolvían los celos de verle a él enamorado de otra persona y sin huella mínima de que recordara quién soy, peor de que me reconociera. ¡Qué frustrante! Pero, en medio de mis luchas internas, de mi deseo de rechazarlo, de olvidarme de su existencia, vuelven a suceder cosas que me dejan atónita. Sucede que el contacto con él terminó en Febrero. No quería volver a saber más y, por un buen tiempo, ni se me cruzó por el pensamiento. Un buen día de Junio, empezó a acaparar mis pensamientos de sol a sombra a tal punto que sentía que me estaba vigilando. Su presencia era fuertísima. Al principio pensé que apareció porque quizás empecé a extrañarle pero, la manera en que se hacía presente, era insistente. Le sentía junto a mí, me susurraba al oído y me vigilaba. Eso me hizo sentir incómoda y angustiada. Luego de 3 semanas de esto decidí escribirle para averiguar si estaba bien. Para mi sorpresa me contestó diciendo que seguramente le estaba sintiendo ya que estaba en Ecuador (él vive en otro continente). Churos, me quedé totalmente boquiabierta. Su energía es tan fuerte que era imposible creer que era solo mi imaginación. Y este es otro caso que observo con claridad de que, en el nivel sutil, la vibración es una y otra en el nivel mundano. La separación puede llegar a tal punto que uno ni siquiera llega a sentir su propia fuerza ni el potencial que se tiene para lograr esa alineación con el espíritu. La mayoría vivimos un nivel de desconexión que fluctúa entre el extremo de total oscuridad y el extremo del reconocimiento de la luz pero sin estar preparados para la manifestación del espíritu en la materia (en el caso de los últimos). La responsabilidad de despertar y hacernos conscientes de nuestra auténtica naturaleza no solo tiene un efecto a nivel personal sino a nivel colectivo. Conforme vamos despertando vamos reconociendo la manera en que estamos todos conectados y la responsabilidad se convierte en un compromiso impersonal con el despertar de la conciencia colectiva.
La preparación para elevar nuestra vibración consiste en asumir la responsabilidad de nuestro despertar e ir caminando disciplinadamente. La verdad es que, una vez que se hace contacto con el ser interior, ya no hay vuelta atrás. El camino es toda una aventura en el que necesitamos enfrentar las limitaciones de nuestra identidad, romper nuestras estructuras y abrirnos al infinito. ¿Estas lista/listo?
Te dejo con el video de dos de los temas del documental The Crimson Wing y que me acompañaron continuamente mientras escribí este artículo y el otro video es el que grabé justo cuando tuve la primera experiencia de contacto con ese amor incondicional que menciono también y sobre el que he escrito ya algunas cosas. Muchas gracias por haber llegado a este punto de la lectura. Si tienes algo que compartir hazlo en el espacio de comentarios y si deseas recibir notificación de próximas publicaciones registra tu correo a continuación.
El artículo no tiene desperdicio y está muy bien planteado. Yo creo que somos lo que no somos, eso es lo natural propio que yace en nosotros.
Me encanto todo lo que lei, el video no lo pude ver pues no se descargo bien, le felicito goy, interesante tema…
Que experiencia tan maravillosa haber podido acceder a esta pàgina y ver estos videosl veraderamente inspiradores y escuchar su mensaje sobre ese amor incondicional, es maravilloso. Espero que este mensaje suyo llegue a muchos seres y le demos cabida en nuestro yo interior. Gracias por compartir sus experiencias. Un saludo desde Venezuela.
Muchas gracias, ojalá lo pueda compartir con sus amigos para que el mensaje expanda. Espero que siga participando con sus experiencias. saludos
Goy, me encanta leer tus reflexiones, me inspiran y motivan a recorrer ese camino desconocido hacia dentro, hacia el centro de nosotros mismos. Hablando de este tema, el «ser natural», me ha pasado en ciertas experiencias esa sensación tan suprema, es como flotar, como transformarse en aire, agua ó algo mas liviano aún, pero a la vez muy poderoso y lleno de energía, de luz. Esa fusión cuerpo-mente-espíritu la siento al bailar, la músicame inspira y conecta. Siempre que sea improvisando, dejando salir todo de mi inconsciente, y tratando de bloquer todo tipo de pensamiento , solo fluir, ser yo misma expresando lo que escucho y siento con todo ser.
Gracias por compartir tus experiencias.
Saludos desde Argentina.
Gracias, que bueno que participes con tus experiencias. saludos