La pregunta de todos los tiempos: ¿por qué existimos? ¿para qué venimos a esta vida? Hay tantas diferencias en los formatos de vida de la gente en rangos que van desde lo más pudiente a lo más pobre, de lo más inteligente a lo más tonto, de lo más humano a lo más inhumano, de lo más bondadoso a lo más codicioso. ¿Por qué tantas diferencias? El entendimiento de esto depende de la perspectiva con la que se mire. Así que ofreceré una perspectiva desde apenas un pequeño ángulo para invitar a la reflexión, no para dar respuestas a estas preguntas. Quienes creemos en la reencarnación o hasta el renacimiento budista, consideramos que esa energía a la que muchos llaman espíritu, otros alma, y otros simplemente conciencia, regresa a la forma humana para aprender lecciones que, eventualmente, nos llevan al despertar espiritual. Muchos seres que se han iluminado y que poco conocemos, ya no vuelven a esta dimensión material, no refiriéndome con esto exclusivamente a la vida humana, sino a la vida en la materia, sea cual sea el universo de la dualidad donde la manifestación de la materia es la forma de experimentar vida. Hay tanto que no conocemos ni podremos conocer mientras no hayamos despertado pero, se entiende, según escrituras sagradas como el Mahabharata, el Dhammapada, la filosofía Taoísta y otras filosofías, que aunque difieran en alguna terminología, presentan una idea similar sobre este tema. Lo que hacemos la mayoría es repetir lo que hemos escuchado. La mayor parte de nuestras creencias se forman en base a lo que nos dicen de cómo es la vida. Por ende, si bien los textos sagrados sirven para guiar, lo más importante es asociar la información con la propia experimentación para que cobre vida y sentido. Puede tomar mucho tiempo atar cabos y comprender las experiencias internas pero conforme se van dando y se repiten ciertos aspectos de las experiencias, tenemos la oportunidad para lograr una mayor claridad y, con el tiempo, lo que era difícil comprender se logra asimilar y nos preparamos para nuevas etapas y nuevas dimensiones de la existencia. Hay lecciones que toman más de una vida aprender así que todo depende de lo que hacemos con la oportunidad que tenemos.

A pesar de que muchas personas vienen a disfrutar de una vida llena de deleites materiales, habría que considerar si son personas realizadas que se han encontrado a sí mismas. Lo mismo sucede con tantas situaciones de gente pobre. No tienen dinero para vivir cómodamente, sin embargo, la misma pregunta se aplica para estos mundos opuestos: ¿han logrado reconocerse? ¿Han logrado saber por qué vinieron a vivir su vida en esas condiciones? Creería, por lo que he visto, que no todo el mundo nace para hacerse esas preguntas ni vive para encontrar respuestas. Evidentemente, si se vive en una situación muy precaria que no ofrece el mínimo equilibrio físico-mental para hacerse estas preguntas, es comprensible el motivo que impide considerarlas. Tener el estímulo para esa búsqueda probablemente sea consecuencia de procesos previos acumulados. Me refiero a experiencias acumuladas de otras vidas y de esta misma. Debería llegar un momento en que surgen muchas grandes preguntas y, en ese momento, se tiene la opción de iniciar una búsqueda o no. Hay muchas formas de comprender la reencarnación. Una es que el alma hace un camino que le lleva por un viaje de realización basado en el karma (como se cree en el hinduismo). La otra opción es considerar que somos una amalgama de energías que responden a una energía cósmica y que nacen para manifestar la realidad caótica o no de dicha amalgama (algo parecido a como lo perciben los budistas). Creo que hay una mezcla de estas dos posibilidades, es decir, el alma se reencarna para realizar un viaje muy largo que algún rato le lleva al nirvana o la iluminación y, en etapas de ese camino puede responder a la energía cósmica para crear una experiencia, para la colectividad, que puede ser necesaria para estimular el camino del despertar interior. Voy a dar unos ejemplos que he venido contemplando y que puedo asociar con lo que he manifestado.

Cuando pienso en personajes como Hitler, Napoleón, Mao Zedong, Ashoka y los presidentes del socialismo del siglo XXI he podido comprender que su existencia es una respuesta a la energía colectiva de un momento dado. Pueden ser consecuencia de una historia larga de dicha sociedad o puede ser una respuesta a la interacción de la energía cósmica con la energía de ese lugar. No se puede determinar con precisión el origen del misterio de la existencia, pero la observación y percepción de la energía ayuda a comprender la dualidad más allá de las limitaciones mundanas. Entonces, nacen estos personajes que son unos «monstruos», no diferentes a los monstruos que sostenemos en nuestros pensamientos. Vienen a manifestar la energía oscura para que despierte la energía lumínica, tal como funciona la existencia en la dualidad. Que sea consecuencia del proceso de un alma o de esta amalgama de energías que necesitan juntarse para manifestar un tipo de poder sería lo de menos. Somos tan ego-centrados que vemos la existencia como una manifestación de energías sutiles que determinan, más allá de la voluntad personal, qué piezas van a ser parte de la vida en un período de tiempo. Por ejemplo, ¿qué haría que encarnes en esta época y no 50 años antes o después de tu nacimiento? He escuchado hablar de contratos del alma, como lo menciona Brian Weiss en sus libros o como lo mencionan personas que han tenido la experiencia cercana a la muerte que regresan con una claridad muy lúcida sobre ese «más allá» como el caso de Eben Alexander.  Ellos nos dan pautas pero hasta no enfrentarnos al tipo de experiencias que nos despiertan a esas dimensiones, no nos daremos cuenta de lo que significan.  Estamos aquí y depende de dónde ponemos nuestra atención para que la conciencia vaya conectando con realidades más abarcadoras. Mientras tanto, todas estas generaciones que se entrelazan co-creamos una realidad global que compartimos y nos cuesta comprender que el pensamiento que sostiene una persona alimenta y manifiesta la realidad global. Hoy en día encontramos cada vez más información sobre la creación de la realidad individual. Personas como Bruce Lipton, Gregg Braden, Louise Hay, y tantos nuevos personajes, demuestran la manera en que el pensamiento crea la realidad, pero todavía no es un concepto asimilado por la mayoría. Ese egocentrismo y conciencia de separación nos hace quedarnos apegados a la realidad material impermanente y nos aleja de la experiencia de unidad que, en alguna parte de los rincones de nuestra conciencia, está sembrada.

De la misma manera se puede reflexionar sobre personajes como Sócrates, Confucio, Gautama Siddhartha, Lao Tzu, Krishnamurti, Einstein, Tesla y tantos otros seres que vinieron a traer luz en épocas de gran oscuridad. Son la encarnación de ese aspecto de la existencia que nos recuerda a la naturaleza espiritual inherente que hay en todos nosotros. La manifestación de su presencia requiere mucha concentración de fuerza y energía. Quizás algunos de ellos son manifestaciones de un mismo ser que ha madurado a lo largo de la existencia de muchísimas vidas y está en su propio poder. Quizás otros son concentraciones de energía que vienen a cumplir una misión de luz y, seguro, hay otras opciones.

Observando a personas que están alineadas con su búsqueda interna y otros que no, me ha llevado a considerar que el impulso por el despertar nace de un proceso. Hay tanta gente que se vuelca a una idea religiosa tóxica y limitada de «Dios» que no lleva al cuestionamiento para lograr una claridad en uno mismo sino que genera total dependencia. Todavía es demasiada la gente que no se cuestiona sino que obedece y que repite. Seguramente es una respuesta de su proceso y sus necesidades. Pero, algo debe pasar para que se liberen de la dependencia y empiecen a buscar en su interior. Hay personas que ya no necesitan de una religión para su guía de vida porque han logrado conectar con los valores espirituales inherentes y naturales. Hay personas que están en el sendero espiritual que han venido para avanzar en su camino de despertar para guiar a otros y hay personas que han venido a enfocarse en su despertar sin deseo de ayudar a otros de manera directa. La variedad es tan amplia como todo lo que podemos mirar a nuestro alrededor. Las realidades son muy distintas y cada una se va desarrollando de acuerdo a dónde ponemos nuestra atención y energía. Vivimos las consecuencias de lo que hacemos y de lo que no hacemos. Toda esa variedad interactúa con lo que le rodea y hay cosas que, por nuestro proceso individual, nos llamarán la atención y otras no. Aquello que nos atrae consciente o inconscientemente es consecuencia de la emanación de la energía que hemos formado en nuestra conciencia.

Las cosas se vuelven evidentes cuando uno está listo. A un amigo, con el que conversaba el otro día, le contaba sobre unos cambios importantes que estaba haciendo en mi alimentación y él me dijo: «hace 4 años que te vengo diciendo que lo hagas.» Lo que él me decía por esos 4 años no fue visto con claridad por mi porque no estaba lista. Muchas cosas sucedieron para que pueda verlo y hacer esos cambios. El momento llega cuando uno está listo, por un lado y, por el otro, uno necesita trabajar en uno mismo para que llegue el momento. Bien dicen que cuando el alumno está listo aparece el maestro. Eso lo podemos aplicar en todo. Algo necesita pasar en nosotros para poder ver con claridad. Ese es el viaje de despertar. Por más que, por ejemplo, comparta la revelación que tuve sobre el amor incondicional, no se podrá comprender de manera auténtica hasta no vivir la experiencia. Basamos nuestras vidas en tantas teorías, vivimos realidades que nacen de creencias que no son comprendidas con claridad y que no son logradas por el propio proceso, somos seres tan condicionados que para conectar con nosotros mismos tenemos que romper con todas esas estructuras internas creadas. En vista de que nuestra educación nos estimula la relación con los sentidos externos y no los internos, no tenemos un «entrenamiento» adecuado para buscar en nuestro interior. Sin embargo, no es una limitación, pues aunque tengamos guía, sólo cada quien puede descubrir ese camino al interior.

1 comentario
  1. Maravillosa explicación!! Es más simple de lo que imaginamos, si tan solo pudiéramos descubrirnos todo sería más fácil. Los Kleshas de Pantanjali (nos explican) son esos obstáculos que nos envuelven en experiencias que van escondiendo nuestra verdadera naturaleza y es así como nos perdemos … y que difícil reencontrarnos para estar claros en la vida!! Abrazo Goy!!

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