Los seres humanos, en general, consideramos que tenemos un mundo interior y, para muchos, ese mundo interior es más auténtico y verdadero que el que ve nuestros ojos físicos. Las vivencias internas suelen guardarse en silencio cuando recibimos retroalimentación que no resuena con la experiencia vivida. Y así, poco a poco, vamos dividiendo el mundo interior del mundo exterior. Desde pequeños vamos recibiendo mensajes contradictorios que nos obligan a poner más atención al mundo material, el mismo que se convierte en nuestra realidad más cercana para la supervivencia. Aun así, lo que sentimos por dentro, aunque se mantenga en silencio, nos da la sensación de que es lo que realmente somos. Para muchos el interior es un mundo completamente privado, silencioso, que nadie conoce, a veces ni ellos mismos. Para otros es un misterio, algo que es mejor no investigar ni profundizar. Hay otros que, en cambio viven más en ese mundo interior que en el mundo exterior. Pero, en tal caso, la mayoría vive completamente dividida entre el mundo interior y el mundo exterior. El lenguaje del mundo interior es simbólico (como el de los sueños) e ilógico para el análisis racional. Ese puede ser uno de los motivos por los que no le prestamos mucha atención, porque no es un lenguaje que hemos aprendido, ni comprendamos con claridad. En cambio el lenguaje del mundo exterior es completamente lógico, racional, lo aprendemos desde que nacemos y vamos haciendo asociaciones entre palabras, energías y comportamientos de forma inevitable. Sin embargo, igualmente con frecuencia, sucede que el mundo externo, en el que vivimos la mayor parte del tiempo, nos deja un sabor de vacío, como que algo le falta o le falta todo. El mundo exterior a veces no tiene sentido, es decir, no tiene un sentido que se asocie con lo que estamos experimentando internamente. Pero, igual, hemos aprendido que lo de afuera es más “importante” que lo de adentro porque lo de adentro es sólo un sentir, una experiencia subjetiva, es un reino de sensaciones y no de realizaciones. Qué difícil resulta encontrar el punto de unión o de comunión armoniosa entre los dos mundos. No sé si el punto de equilibrio sea vivir 50-50 o si la experiencia humana tiene por objetivo principal lograr un 100% de inmersión en el mundo interior o si la mejor opción sea fundir estos dos mundos de tal manera que no haya separación. Lo que sí he entendido, por el momento, es que vivir divididos entre el mundo interior y el mundo exterior no es el mejor camino para encontrar paz y felicidad.
Cuando me pongo a pensar en la forma en que ciertas películas de ciencia ficción afectan o llegan a la gente, me he preguntado ¿por qué? Películas como “La Guerra de las Galaxias”, “El Señor de los Anillos” o la serie anime “Avatar, el último Maestro Aire”, que tienen un trasfondo espiritual importante han topado, profundamente, a personas de todas las edades y generaciones. Cuando he preguntado por qué les ha llegado, la respuesta de la mayoría se relaciona con una identificación, inconsciente la mayor parte del tiempo, con la existencia de una verdad espiritual o absoluta que no tiene forma definida y que no se la puede describir con palabras concretas. Pero es algo que se siente y es fuerte. El problema es que a pesar de sentirlo fuerte, lo dejamos en una experiencia de identificación que nos llena y deja satisfechos por un rato. No solemos tener ni la guía ni la voluntad para plasmar las enseñanzas en la vida diaria. Así, estas identificaciones, estas enseñanzas, se quedan grabadas como ciencia ficción en el mundo de posibilidades no realizables. Quisiéramos que se hagan realidad pero no solo creemos que no es factible lograrlo sino que, a pesar de las explicaciones que nos ofrecen las películas o libros, nos convencemos de que no sabríamos cómo hacerlo. Esto refleja que la limitación mental está gobernada por el mundo de la materia donde lo realizable tiene una fórmula con limitaciones, restricciones que con el tiempo se van comprobando irreales, de todas formas.
Voy a tomar algunos pasajes de las películas mencionadas para tratar de ilustrar la división en que vivimos. La primera es el pasaje de “Star Wars” cuando Luke se encuentra con el Maestro Yoda en el sistema Dagobah. Para empezar Yoda juega con Luke y se comporta como un animalito molestoso más no como un Maestro a manera de probar, no solo, la paciencia de Luke sino su capacidad para percibir mas allá de las apariencias. Cuando Luke se entera de que ese animalito molestoso era el Maestro Yoda se quedó totalmente sorprendido. Yoda le dice a Obi Wan que no podrá entrenar al muchacho, ya que está muy viejo para el entrenamiento, pero la fe que tiene Obi Wan en Luke estimula su entrenamiento. Luke llega a manejar, efectivamente, la psicoquinesia al sostener a R2D2 y otros objetos en el aire, pero en eso, la nave en la que llegó al sistema Dagobah, empieza a hundirse, se desconcentra y todo cae al piso. Se dirige, inmediatamente, al pantano y regresa a ver al Maestro Yoda con cara de frustración para comentar que no podrá sacarla de ahí. Yoda responde: ¿tanta certeza tienes? La diferencia sólo está en tú mente…, la diferencia solo está en tú mente… Sin ir más allá, esta frase habla mucho de nuestra división entre adentro y afuera. Habla de la forma limitada y cuadrada con la que vemos la vida. Cada cosa en su lugar, en un compartimento separado. No vemos las cosas como parte de un todo, sino como pedazos alienados y desconectados entre sí. Pero, otra pregunta que surge es: ¿qué es la mente? ¿Dónde la encontramos? ¿Cómo podemos darnos cuenta de la “diferencia”? A la final le dice que la diferencia está en la mente. No hay otro lugar en dónde buscar que no sea adentro de uno. No hay otro lugar en dónde notar la “diferencia” que no sea prestando atención a la dinámica interior, o sea, observar el pensamiento, su origen, su trayectoria y su efecto. Yoda continua: «¿el tamaño no importa, mírame, ¿me juzgas por mi tamaño?» Este es otro punto que nos afecta mucho pues somos, fácilmente, impactados por el mundo físico. La vida es tan maravillosa que tiene su forma de probarnos. La belleza, en todo sentido, es algo que no debe dejar de pasar desapercibida, pero ¿cuál es la auténtica belleza? Para cada uno los parámetros seguro que son diferentes, sin embargo, esto no deja de ser una prueba, sino Mara no habría enviado sus hermosas hijas a Gautama Siddhartha para tentarlo. Pero claro, era el futuro Buda y él sabía que su belleza era una ilusión. Por eso Yoda dice: «Y bien no debes hacerlo porque mi aliada es la Fuerza y una poderosa aliada es. La vida la crea, la hace crecer. Su energía nos rodea y nos une.» La energía de la Fuerza nos rodea y nos une, pero más parece que nos desune, al menos así sentimos la mayoría cuando vemos la situación general del planeta Tierra y la vida humana que la rellena. Si esa Fuerza se convierte en nuestra aliada, como el caso de Yoda, ¿qué es lo que podríamos hacer con ella? ¿Qué tan responsables seríamos con ese conocimiento? ¿Qué nivel de conciencia puede soportar el hecho de que todos somos uno? Yoda continúa: «Seres luminosos somos, no esta materia cruda». Seres luminosos somos, no esta materia cruda… Esta es una frase con la que la mayoría se identifica, pero no nos entendemos, conscientemente, como seres luminosos sino como seres físicos por encima de todo. Existe el anhelo de llegar a compenetrarse con esta experiencia de ser un ser luminoso, en algún fondo lo sabemos pero parece que no tenemos acceso al mecanismo que nos ayudaría a convertir esta noción en un hecho real y práctico. Y Yoda también le dijo: «debes desaprender lo que has aprendido.» Wow, que tarea más complicada. ¿Cómo se desaprende lo que se ha aprendido? ¿Quizás volviendo a nacer? ¿Qué tal, arrancándonos la cabeza y poniendo otra en su lugar? Para empezar, necesitamos desaprender el hecho de que pensamos que la mente está en la cabeza. La mente está en todo lado pero nuestra asociación principal es la cabeza y, de por sí, es una idea equivocada. Asimismo, estamos llenos de asociaciones limitadas y equivocadas que son las que dan forma a nuestra vida. Entonces, una forma de romper con lo aprendido es abrir la mente al campo de lo ilimitado. Cuestionar las creencias que tenemos y desprendernos de las que nos limitan. Esto es un proceso, no sucede de la noche a la mañana, normalmente. El viaje para abrir la mente y lograr una conciencia integral es una gran aventura. Por ejemplo, aprender a sentir la Fuerza a nuestro alrededor y comprender internamente que no hay diferencia entre la roca, el árbol, la tierra y la nave de Luke; que realmente se puede sentir la unión entre todas estas aparentes cosas separadas, que al sentir con claridad esa relación y la dinámica energética, se puede hacer algo como lo hizo Yoda (sacar la nave del pantano). ¿Parece imposible? ¡Sólo parece! ¿Parece ciencia ficción? Claro que es ciencia ficción y, entonces, ¿por qué sabemos, en el fondo, que eso sí es posible, que eso es verdad? Sin duda, el trabajo que hay que hacer para llegar a experimentar esa unión no es algo que estemos dispuestos hacer porque es mucho trabajo y, sobre todo, con uno mismo y en un campo desconocido, ilógico y simbólico. ¡Qué pereza! ¡Mejor vivo la vida loca!
Durante una experiencia de vulnerabilidad del corazón abierto que no había conocido antes pude identificar el reino de los Elfos en “El Señor de los Anillos”. Todos ellos, transparentes, puros, poderosos y muy frágiles al mismo tiempo. A los Elfos les funcionó este nivel de apertura y transparencia porque eran muchos viviendo en las mismas condiciones y, aun así, su reino estaba en peligro de extinción porque, a pesar de su poder, su fragilidad ante la oscuridad del mundo exterior era mayor. Quienes han leído la obra de Tolkien notarán, tanto en los libros como en las películas, que se hace mucha referencia a los “dictados del corazón”. Cuando Gandalf andaba inquieto por el bienestar de Frodo y Sam, y comenta su inquietud con Aragorn, él le pregunta a Gandalf: «¿qué te dice tu corazón?» Y aunque se requiere mucha claridad para poder discernir entre el corazón de los deseos y el corazón intuitivo, pues si uno aprende a quitar el deseo de por medio podrá saber la respuesta con certeza. ¿Fácil? No, para nada, pero es factible. Sólo hay que hacer el trabajo que nos da tanta pereza hacer. En Star Wars, de las frases favoritas es: “search your feelings” (busca en tus sentimientos), y la otra claro: “may the Force be with you” (que la fuerza te acompañe). ¿Qué es, nuevamente, esta Fuerza? La sentimos pero no la conocemos con claridad porque la queremos comprender con la lógica y, por ahí, jamás la entenderemos. Por otro lado, ¿Por qué se hace tanto hincapié sobre buscar en nuestro corazón? ¿Qué es lo que tiene a diferencia de la mente o el dedo del pie que le vuelve tan apetecido? Seguro que no se están refiriendo al corazón físico sino a lo que simboliza, pero ¿qué simboliza? ¿Qué hay ahí? ¿Qué es lo que los humanos buscamos por excelencia? ¿Será acaso alguna verdad? De hecho algo que se ve en estas series y motivo por el cual nos identificamos, es que en esa parte del corazón intuitivo está la verdad que trasciende espacio y tiempo. Nuestro problema es que el corazón en el que buscamos no es, generalmente, el corazón intuitivo sino el que está gobernado por el ego. Ahí si es poco factible ver a través del espacio y el tiempo. El ego se mueve en el reino de los deseos mundanos y ese es el factor limitante por excelencia.
Tenemos la teoría en la punta de la lengua, pero la coherencia o alineación entre la teoría, la experiencia interna y la emanación de la sabiduría dista miles de kilómetros entre sí. De ahí la importancia que tiene que llevemos a la práctica aquellos principios con los que nos identificamos pues cuando se ha superado la limitación entre adentro y afuera o cuando se ha cruzado el puente, la fuerza que cobra lo que una vez fue sólo teoría o concepto intelectual, es indescriptible.
Esa certeza que tienen los Elfos cuando perciben las cosas, la claridad con que Iroh (personaje de la serie Avatar) ve el destino de su sobrino Zuko, a pesar de sus deslices entre el bien y el mal. Su capacidad para decir con certeza, el día en que pasaba el cometa fortaleciendo a los maestros fuego con un poder único que usarían para la destrucción total, que el destino es de ellos ese día y que sabía que Aang aparecería para enfrentar al señor del fuego, es asombroso para quienes no tenemos la aptitud de la clarividencia. Esa certeza no es de ciencia ficción, es un hecho realizable si es que nos dedicamos a desarrollar el potencial interior. Pero, mientras el peso de nuestra atención esté, en su mayoría, en el mundo exterior, no llegaremos siquiera a sentir que algo de esto es posible.
Uno de los capítulos de Avatar que llegó mucho a sus “fans” fue aquel en que Aang (el Avatar) fue a visitar al Gurú Patik para que le enseñe abrir sus chakras. Es sorprendente la sencillez con la que el Gurú explica al Avatar y a todos quienes seguimos con atención la serie, lo que son los chakras, cómo funcionan y los motivos por los que se bloquean. Aang abrió sus 6 primeros chakras sin problema, pero cuando llegó al 7mo chakra, el Gurú Patik le dijo que tenía que desprenderse de todo lo que atesoraba y ahí recordó a Katara, la chica a quien él amaba y, en ese estado de apertura total, vio que ella estaba en problemas y salió de su proceso sin abrir ese chakra, fundamental para dominar el estado Avatar. Se fue, al igual que Luke Skywalker, sin terminar su entrenamiento. Esto nos habla de lo fuertes que son los aferramientos humanos y lo difícil que es lograr esa liberación y trascendencia que, de alguna manera, todos buscamos. El trabajo no es fácil, pero ahí está nuestra elección: vivir engañados por un mundo ilusorio o sentir la Fuerza de forma verdadera y práctica. La vida es el camino, no el destino y una vida jamás será suficiente para la integración de la conciencia pero, sin duda, cada paso que damos nos aleja o nos acerca al sentir interior de la realización de lo que sostenemos como teoría anhelante.
Una cosa si es certera: ¡donde uno pone la atención, ahí está la energía! Si uno se dedica al mundo externo, pues sólo las cosas de ese mundo se hacen evidentes y son las que cobran importancia para nosotros. Si uno se enfoca en el mundo interior, entonces, son aquellas experiencias las que cobran importancia y las que moldean nuestra forma de vivir. Algo importante que añadir es que en el mundo interior ni el cielo es el límite, simplemente, no existen límites. Todo lo que vemos en las películas de ciencia ficción o lo que leemos en los libros de esta índole o de filosofía es factible, aunque sean expresiones simbólicas de estados de la mente y de la conciencia.
La brecha que hace que mantengamos las sensaciones y experiencias internas atrapadas en la ciencia ficción es la que nos impide reconocer que la diferencia solo está en nuestra mente. La certeza nace de la claridad, la claridad surge de los dictados del corazón intuitivo, el mismo que la mayoría lo tenemos cerrado por el miedo de sentir su fragilidad y no saber como protegerlo. Mientras tengamos cerrado el corazón, el mismo que es el puente entre el mundo interior y el mundo exterior, no podremos experimentar la identificación con las verdades esenciales de forma real y práctica. Interesantemente, la puerta principal para abrir el corazón es el pensamiento en la medida que llegue al no pensamiento. Si éste se vacía, sólo hay que dar pocos pasos para ingresar en ese corazón intuitivo. Puedo decir ahora, inclusive, que el corazón intuitivo ni siquiera se encuentra en el pecho sino en el Dan Tien, el mismo que se encuentra unos pocos centímetros bajo el ombligo y, de acuerdo con la teoría oriental, es el centro de poder y equilibrio. Dan Tien literalmente significa la cultivación de la red energética a través de la energía solar interior. La activación del Dan Tien es el primer paso hacia la iluminación en la alquimia interior taoísta (Om Mani Padme Hum). En occidente lo interpretamos como un sentir con las tripas. Esa puede ser una forma para diferenciar las percepciones entre el corazón de los deseos y el corazón intuitivo. Además, habría que diferenciar entre sentir algo con seguridad versus sentir algo con certeza. Esta última es más profunda y más fuerte que la seguridad. En la certeza no hay ningún tipo de duda.
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Yo creo que -respecto al mundo interior- hay una diferencia entre conocer el camino y andar el camino.